Con la ayuda de Caruso, Naya consigue que su plan funcione. ¿Podrá Jo superar el reto y conseguir la corona de príncipe?

La cosa no ha terminado con la primera prueba. A Naya se le ocurren más ideas, para hacer que el príncipe Jo esté limpio.

¿Será Jo capaz de superar el tercer y último desafío? ¿Se dará cuenta finalmente del astuto plan de Naya? Todo ello se revela en este episodio final de Prinz Dreckspatz.

Fuera hace calor y Jo, Naya y el escarabajo Lu deciden que quieren comer un helado. Han encontrado el frigorífico, pero... ¿dónde está el helado?

Jo, Naya y Ludwig quieren pasar un día en la playa, pero acaban en un desierto de arena. ¿Podrán finalmente rescatar el día?

Jo, Naya y Lu se divierten jugando al juego de palillos de mikado. ¡Pero de repente Naya resbala y todo toma otro aspecto!

Jo ha montado una tienda en la que vende frutas, verduras y muchas otras cosas. Ahora sólo le falta alguien que quiera comprar todo eso.

Jo quiere ayudar a Naya ha recuperar su suerte y para ello la lleva a ver estrellas fugaces... o algo que se asemeja.

¡Pobre Jo! Parece que tiene una fuerte tos y Naya decide traerle una galleta curativa. De repente, Lu también se siente muy enfermo...

Jo, Naya y Ludwig cavan en la caja de arena en busca de un tesoro. ¡Pero en lugar de oro y plata encuentran primeramente algo completamente diferente!

Jo se lo pasa en grande jugando con el ferrocarril de Paul, pero ¿por qué no quiere parar para que Naya y Lu suban al tren?

Jo y Lu intentan reparar la muñeca de Naya después de romper el brazo sin querer mientras jugaban a los piratas. La operación es de alto secreto... pero, ¿podrán volver a pegar el brazo sin que Naya se dé cuenta?

Johannes Oerding estuvo de invitado en Radio Salü y tocó en directo su canción "Mein schönster Fehler" (Mi error más bonito).

Jenny nos muestra la ciudad de Heidelberg y nos lleva al Castillo de Heidelberg, en el que se encuentra en el sótano el barril más grande del mundo.

Desde el Castillo de Heidelberg, Jenny nos muestra el río Neckar, el monte La Silla del Rey y las vistas sobre el casco antiguo de Heidelberg. En el hermoso jardín del castillo, Goethe se volvió a enamorar a la edad de 65 años.